Por Maximiliano Ponce
Segundo post dedicado a los cuentos de la colección Burning Chrome (1986).
Estrella Roja, Órbita de invierno: Acá el ingrediente CF pasa por la especulación sobre un futuro
alternativo en el que la Unión Soviética gana la carrera espacial y se
convierte en la principal potencia, por sobre Estados Unidos. Pero un motín dentro
de una ciudad en órbita precipitará la caída del régimen y con él, los sueños
de conquista espacial. Comparte crédito con Bruce Sterling, otro autor que
ayudó a moldear la corriente cyberpunk. Es el que menos me convenció del
conjunto, si bien las vívidas descripciones de la estación y sus
condiciones de vida son admirablemente verosímiles.
Hotel New Rose: Narrado en segunda
persona (o más bien, dirigido a un “tú” ausente) cuenta la historia de una
traición. Dos empresas luchan por seducir a los científicos más talentosos pero
una femme fatale llevará el plan a la ruina. En el presente del narrador la
historia ya ocurrió: como lectores asistimos a una reconstrucción de los
hechos, que suena anhelante, casi como un ruego. Existe una versión cinematográfica dirigida por Abel Ferrara.
El Mercado de Invierno: Lise, una artista que
vive “dentro” de un exoesqueleto a causa de una enfermedad congénita, graba un
disco directamente a partir de sus pensamientos. Pero el cuento es más que eso:
lidia con temas tan disímiles como la relación del arte con la tecnología, la
discapacidad, el amor, y el valor de los desechos en nuestra sociedad de
consumo. Uno de los puntos más altos de la serie.
Cómbate Aéreo: Un joven vagabundo
recala en un pueblito y se propone ser el mejor en un juego de batallas de
aviones 3D. Su ambición de grandeza lo empujará al robo y al uso de drogas
que aumenten su desempeño. El desenlace deja en la boca un sabor amargo, que nos
hace replantearnos sobre el verdadero valor de la victoria y la derrota.
Quemando Cromo: Como ya dijimos, es el
que más ahonda en la faceta cyber de todo el conjunto. Bobby encarna el
software; Jack, el hardware. Estos dos “vaqueros” tratarán de “quemar” la
cuenta bancaria de Cromo, una poderosa delincuente metida en negocios sexuales y el
crimen organizado. El término ciberespacio, acuñado por Gibson y manoseado
hasta el hartazgo por la prensa y el cine, aparece acá por primera vez,
al igual que las descripciones de la matriz, espacio virtual que mediante
figuras geométricas representa la relación entre datos, los virus, los sistemas
de seguridad (tambien llamado “hielo”, por sus siglas en inglés ICE, Intrusion Countermeasures Electronics), etcétera. Este cuento introduce
muchos personajes e historias que aparecerán en novelas posteriores (en
particular las que integran la Trilogía del Ensanche).
Gibson nos sumerge en
sus relatos de golpe, sin filtros ni anestesia. No pasamos por las —a menudo
tediosas— explicaciones preliminares sobre el contexto y la época en que esas
historias ocurrieron sino que somos testigos directos de los hechos. Los
narradores parecen dirigirse a un lector que es parte de ese mismo mundo que ellos
describen. Tales omisiones y datos implícitos pueden dificultar la comprensión
inicial, pero las cosas se van aclarando a medida que avanza la lectura. Otra característica
del estilo gibsoniano es el preciosismo en la descripción, recurso menospreciado o
poco tenido en cuenta en otras corrientes del género. Acá el autor no ahorra
detalles a la hora de informar sobre texturas, materiales, colores, mecanismos,
estructuras, funcionamientos, etcétera. A veces la profusión de vocabulario técnico
puede abrumar, pero esa misma manía se agradece cuando se traslada a cuestiones
abstractas o intangibles como el entorno de una matriz de datos o las
alucinaciones que provoca una droga. Por eso, para entrar en el universo
cyberpunk creo que lo mejor es perderse y dejarse arrastrar por este artefacto
narrativo-sinestésico. El efecto es potente; la resaca, memorable.