miércoles, 25 de junio de 2014

No están tristes; juegan al Candy Crush

Por MP


Pululan en casi todas las grandes (y no tan grandes) ciudades. En San Luis, por ejemplo, su número es aún incipiente pero imagino que en Buenos Aires son legión. Su rostro es un misterio, porque avanzan con la cabeza gacha, como toros a punto de embestir un objetivo invisible y desconocido. Sin embargo, solamente a partir de la observación de la parte superior de sus cabezas podemos inferir algunos datos útiles: sexo, edad, régimen higiénico, gustos musicales, inclinación política, extracción social…     
Sólo renuncian a mirar hacia abajo en las esquinas; aunque algunos, más osados, confían plenamente en su sentido auditivo y evitan esas desagradables interrupciones.
Las lenguas maliciosas aseguran que arruinaron la industria del sombrero, aunque lo cierto es que ya estaba arruinada desde mucho antes. A mí, su desprecio por el mundo tangible me da ternura. Creo que me caen bien.   
Después de esquivar a dos o tres ejemplares de esta especie llegué a casa y abrí la página de la RAE para sacarme una duda:

cabizbajo, ja.
1. adj. Dicho de una persona: Que tiene la cabeza inclinada hacia abajo por abatimiento, tristeza o cuidados graves.
          Basta salir a la calle para ver que los “cabizbajos” —ese lumpen género urbano— son en realidad transeúntes compenetrados con sus dispositivos en una íntima y placentera comunión. La inclinación de sus cráneos no es signo de abatimiento sino de felicidad. A un improbable visitante de otro mundo, perturbado por el comportamiento de esta singular raza, lo podríamos tranquilizar con una mano en el hombro y una dramática revelación: “No están tristes; juegan al Candy Crush”.

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